La presentación estelar ante
más de mil jóvenes era nada más y nada menos el gran actor y cantante Ernesto
D´Alessio.
Y yo, como parte del staff
organizador, ¡tenía la oportunidad de saludarlo tras bastidores en persona!
Oportunidad que obviamente no desaproveche. ¡Ahí estaba yo, frente a frente a
Ernesto D’Alessio, estrechando su mano!
Los siguientes minutos
fueron algo tensos para mi, ¿cómo me relaciono con “una celebridad”? A un
artista de su talla ¿cómo le puedo hablar? ¿qué debo decir o qué no debo decir?
¿Cuál es la relación adecuada a la diferencia que existe entre los dos?
¡No lo podía creer! ¡Ahí
estaba yo, cómodamente sentado y platicando con Ernesto D’Alessio! mientras él
disfrutaba de un café. Pero, el buen momento fue opacado un poco, no solamente
yo era el único que tendría la oportunidad de saludar al artista, minutos
después entró al backstage una pareja.
Algo no me cuadraba con ese
matrimonio, y era la manera tan “confianzuda” de hablar con él, como si fueran grandes
compañeros de alguna obra de teatro, cuando apenas lo conocían. Además, no les
importo que estaba hablando con él, acaparando la atención de D’Alessio, me
ignoraron como si yo no existiera ni estuviera en la sala.
Esa experiencia me ha hecho
reflexionar la manera como nos relacionamos con Dios. Los cristianos decimos
con cierta arrogancia: “Nosotros no tenemos una religión, tenemos “una
relación” con Dios”. El problema es que asumimos que esa relación funciona de
la misma forma que la relación con una persona humana.
Es muy común escuchar frases
como: “Dios me hablo” “Dios me dijo” con tanta frivolidad que tal parece que
estamos hablando de un amigo o un abuelito, pero no con la reverencia que
merece Dios. Además, no recuerdo algún personaje en la Biblia que llamará a
Dios “amigo”.
Es verdad, Jesús dijo:
“Vosotros sois mis amigos”, pero la condición es “si hacéis lo que yo os
mando”. Jesús no me puede llamar su amigo, si primero no soy su siervo; y no
por que me llame su amigo, significa que dejaré de servirle.
Hay muchos que quieren ser
“amigos” del jefe en la oficina o en el trabajo y creen que eso les permite llegar
tarde, pedir permisos para faltar, pero, ¿no es más bien el trabajador más responsable,
que nunca falta, no llega tarde, no pide permisos, el que en realidad está
actuando más como amigo del jefe?
Queremos al “amigo” para no
formarnos en la fila, para no pagar una multa, para aprobar un examen, para
pedirle dinero prestado sabiendo que no le vamos a pagar, ¿es esa la clase de
amistad que queremos tener con Dios? ¿Una excusa para justificar una mala
conducta y sacar provecho para nosotros mismos? Estamos más interesados en que
Jesús responda nuestras peticiones, pero ¿no deberíamos más bien nosotros estar
interesados en responder a sus peticiones?
Si Jesús me llama “siervo”,
debo servirle y obedecerle, si me llama “amigo” debo servirle y obedecerle como
lo qué es; Señor y Rey.
Me llama la atención de esta
“oleada de amigos” con Dios, la gran cantidad de “mensajes cristianos” en sus
estados y perfiles de redes sociales. La gran mayoría son
solo frases comerciales absurdas, llenas de romanticismo y buenos deseos,
describiendo a un Dios que no existe y hablando de una Gracia que no es
bíblica. Hay un inmenso abismo entre las supuestas “frases y mensajes bíblicos”
que publican y la verdad de la Palabra de Dios.
Es verdad, Jesús dijo: “Conoceréis la verdad, y
la verdad os hará libres”, pero, creo que lo opuesto también es cierto, la
verdad que no libera, no es verdad. El Dios del que postean muchos cristianos
en sus redes no es bíblico, ese Dios no existe.
Quienes tratan a Dios como un buen amigo, como
un camarada, les serviría mucho que leyeran el Antiguo Testamento para que vean
la Majestad de Dios, ahí nos explica porque el modelo principal utilizado en la
Biblia para describir nuestra relación con Dios no es la amistad, es la
adoración.
En una encuesta aplicada a cristianos, la
pregunta fue “¿Cómo prefieres ver a Dios? ¿Cómo amigo o como Rey?, ¡creo que ya
adivinaste la respuesta! Y es que es cómodo para un cristianismo que basa su
conocimiento de Dios más en los artistas y canciones cristianas de moda que en
la Palabra de Dios, verlo como un amigo, como el gran camarada, que con asombro
verlo en su correcta Majestad.
Con emoción recuerdo la oportunidad que tuve de
conocer a Ernesto D’Alessio, bueno, al menos saludarlo, y a pesar de que aquella pareja por poco
arruina el momento, Ernesto no dejo de atenderme con amabilidad y respeto, es
todo un caballero.
También aprendí ese día, que existe una manera
educada, correcta y respetuosa de relacionarte con una figura pública de la
talla de D’Alessio,
creo que esa pareja no debió tomarse “esa confiancita” y tratarlo como si fuera
su “amigocho”.
Quizás no vuelva a saludar a Ernesto D’Alessio y compartir un café
con él, pero lo que si puedo hacer todos los días en mi andar cristiano es recordar
que aunque Jesús me llame “amigo”, Él sigue siendo el Señor y yo el siervo. En
otras palabras estar buscando una relación con Dios que sea adecuada a la
diferencia profunda que existe entre los dos.
Ernesto D´Alessio se parece a Tyrone Power.
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