Un amigo mío, que se siente muy orgulloso porque todo el día
escucha música “cristiana”, de manera arrogante me dijo: “¡Víctor, debes ser
más listo, no pierdes el tiempo en la oficina, escucha música cristiana
mientras trabajas!”, pero, me lo dijo como si eso me hiciera más espiritual o
profundo con Dios. Lo triste es que esa
misma persona que todo el día escucha esa música, nunca puede quedarse ni cinco
minutos después del horario de la salida si así lo requiere la carga de
trabajo, es el primero en irse.
Mucha de la música “cristiana” a la que se refiere mi amigo,
francamente la encuentro muy romántica, puedes escoger cualquier canción de
moda y cambiar el nombre “Jesús” por el de una mujer y tienes una canción de
amor al estilo de Luis Miguel, Ricardo
Montaner o tu artista favorito.
Pero, como cristianos ¿de verdad estamos tan “enamorados” de
Dios como lo afirma la industria de la música que escuchamos y consumimos.
Hace tiempo me sucedió algo muy trivial, sin embargo esa sencilla
experiencia me hizo ver lo débil que puede ser mi “amor” y lo “poco” enamorado
que estoy de Dios, pero también pude ver como puedo dejar la farsa y las apariencias
de lado.
Debía salir de inmediato de mi casa al trabajo, y sin darme
cuenta no tenía ni un centavo en mi cartera, pero como un “héroe de la fe” decidí
ir a la parada del autobús con la seguridad de que de manera mágica aparecería
la moneda que necesitaba para pagar mi pasaje.
Estaba ahí parado, no llegaba la respuesta a mi oración;
quizás debo caminar unos pasos y encontraré en el piso el dinero que necesito,
me dije a mí mismo. Y camine, camine, camine y camine hasta llegar a mi
trabajo, obviamente la moneda nunca apareció,
no hubo ninguna manifestación divina.
Pero lo que sí aparecieron en mi interior fueron muchos
argumentos, ira, enojo, descontento contra Dios, el Dios del que se supone
estoy “enamorado”.
Molesto dije: “Dios, ¿por qué no me diste una simple
monedita? ¡Tuve que caminar hasta mi trabajo bajo este intenso sol!, ¿por qué una oración tan sencilla no tuvo una
respuesta de tu parte?
Me sentía fracasado, mi fe, que se supone mueve montañas, no
pudo ni siquiera mover una monedita. Y
es que en las iglesias modernas tienden a presentar con frecuencia testimonios
de éxitos y campeones espirituales; nunca los fracasos, las oraciones sin
respuesta, los milagros que no llegan o la desilusión con Dios. Sentía que lo que había experimentado era tan
distinto a lo que oía describir con tanta seguridad y facilidad desde el púlpito
de la iglesia.
Como sugiere Tomás Merton “Si a usted se le hace muy fácil
hallar a Dios, tal vez no sea Dios el que usted ha hallado”.
¿Cómo era posible que esa experiencia tan sencilla pudiera
provocar una crisis de confianza con Dios?, ¿Cómo puedo confiar en un Dios del que nunca
puedo esperar con seguridad que venga a ayudarme?
Pero otra experiencia tan sencilla y trivial como la
anterior me hizo entender mejor las cosas.
Hoy en la mañana, tenía una cita con Jordy en mi oficina,
pero nunca llegó a la hora que quedamos. Me dejó plantado, pero lo curioso es
que después de una hora de esperarlo no comencé a enojarme, ni a renegar, ni
criticar su impuntualidad y falta de consideración. Los años de amistad con Jordy
me han servido para conocerlo, sé que es alguien serio y confiable. Más bien el resto del día seguía preocupado
preguntándome, ¿le habrá pasado algo? ¿tuvo un accidente? ¿qué fue lo que no le
permitió venir a nuestra cita?
Me di cuenta de que debido a mi amistad con él, le atribuyo
las cosas buenas, y trato no culparlo por las malas. ¿Por qué? Porque lo
conozco.
Pero mi reacción con Dios había sido muy distinta; lo estaba
culpado de algo que Él no era responsable y peor aún; asegurando que la razón
por la que esa moneda nunca apareció era una muestra de su falta de amor y
cuidado hacia mí.
Con que facilidad la música cristiana habla de estar
“enamorados” de Dios, y que difícil es vivirlo. ¿Cómo puedo amar a Dios por las
cosas buenas de la vida sin censurarlo ni culparlo por las malas?
Necesito primero conocer a Dios, pues no puedo amar a
alguien si primero no lo conozco y así en un futuro si no aparece una monedita
o no llega la respuesta a mis oraciones o el milagro que esperaba, no culparé a
Dios, ni despotricaré contra Él, más bien buscaré otras explicaciones, tal y
como lo hice cuando me dejo plantado mi amigo Jordy.
Es verdad, yo no escucho música cristiana todo el día en mi
oficina, para mí no es tan importante como el hecho de quedarme cinco minutos
después de mi horario de salida si la carga de trabajo así lo requiere, al fin
y al cabo eso demuestra más que estoy “enamorado” de Dios que escuchar todo el
día las melodías de la música cristiana.
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