sábado, 23 de agosto de 2014

UN CAFECITO CON ERNESTO D´ALESSIO




La presentación estelar ante más de mil jóvenes era nada más y nada menos el gran actor y cantante Ernesto D´Alessio.

Y yo, como parte del staff organizador, ¡tenía la oportunidad de saludarlo tras bastidores en persona! Oportunidad que obviamente no desaproveche. ¡Ahí estaba yo, frente a frente a Ernesto D’Alessio, estrechando su mano!

Los siguientes minutos fueron algo tensos para mi, ¿cómo me relaciono con “una celebridad”? A un artista de su talla ¿cómo le puedo hablar? ¿qué debo decir o qué no debo decir? ¿Cuál es la relación adecuada a la diferencia que existe entre los dos?

¡No lo podía creer! ¡Ahí estaba yo, cómodamente sentado y platicando con Ernesto D’Alessio! mientras él disfrutaba de un café. Pero, el buen momento fue opacado un poco, no solamente yo era el único que tendría la oportunidad de saludar al artista, minutos después entró al backstage una pareja.

Algo no me cuadraba con ese matrimonio, y era la manera tan “confianzuda” de hablar con él, como si fueran grandes compañeros de alguna obra de teatro, cuando apenas lo conocían. Además, no les importo que estaba hablando con él, acaparando la atención de D’Alessio, me ignoraron como si yo no existiera ni estuviera en la sala.

Esa experiencia me ha hecho reflexionar la manera como nos relacionamos con Dios. Los cristianos decimos con cierta arrogancia: “Nosotros no tenemos una religión, tenemos “una relación” con Dios”. El problema es que asumimos que esa relación funciona de la misma forma que la relación con una persona humana.

Es muy común escuchar frases como: “Dios me hablo” “Dios me dijo” con tanta frivolidad que tal parece que estamos hablando de un amigo o un abuelito, pero no con la reverencia que merece Dios. Además, no recuerdo algún personaje en la Biblia que llamará a Dios “amigo”.

Es verdad, Jesús dijo: “Vosotros sois mis amigos”, pero la condición es “si hacéis lo que yo os mando”. Jesús no me puede llamar su amigo, si primero no soy su siervo; y no por que me llame su amigo, significa que dejaré de servirle.

Hay muchos que quieren ser “amigos” del jefe en la oficina o en el trabajo y creen que eso les permite llegar tarde, pedir permisos para faltar, pero, ¿no es más bien el trabajador más responsable, que nunca falta, no llega tarde, no pide permisos, el que en realidad está actuando más como amigo del jefe?

Queremos al “amigo” para no formarnos en la fila, para no pagar una multa, para aprobar un examen, para pedirle dinero prestado sabiendo que no le vamos a pagar, ¿es esa la clase de amistad que queremos tener con Dios? ¿Una excusa para justificar una mala conducta y sacar provecho para nosotros mismos? Estamos más interesados en que Jesús responda nuestras peticiones, pero ¿no deberíamos más bien nosotros estar interesados en responder a sus peticiones?

Si Jesús me llama “siervo”, debo servirle y obedecerle, si me llama “amigo” debo servirle y obedecerle como lo qué es; Señor y Rey.

Me llama la atención de esta “oleada de amigos” con Dios, la gran cantidad de “mensajes cristianos” en sus estados y perfiles de redes sociales. La gran mayoría son solo frases comerciales absurdas, llenas de romanticismo y buenos deseos, describiendo a un Dios que no existe y hablando de una Gracia que no es bíblica. Hay un inmenso abismo entre las supuestas “frases y mensajes bíblicos” que publican y la verdad de la Palabra de Dios.

Es verdad, Jesús dijo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, pero, creo que lo opuesto también es cierto, la verdad que no libera, no es verdad. El Dios del que postean muchos cristianos en sus redes no es bíblico, ese Dios no existe.

Quienes tratan a Dios como un buen amigo, como un camarada, les serviría mucho que leyeran el Antiguo Testamento para que vean la Majestad de Dios, ahí nos explica porque el modelo principal utilizado en la Biblia para describir nuestra relación con Dios no es la amistad, es la adoración.

En una encuesta aplicada a cristianos, la pregunta fue “¿Cómo prefieres ver a Dios? ¿Cómo amigo o como Rey?, ¡creo que ya adivinaste la respuesta! Y es que es cómodo para un cristianismo que basa su conocimiento de Dios más en los artistas y canciones cristianas de moda que en la Palabra de Dios, verlo como un amigo, como el gran camarada, que con asombro verlo en su correcta Majestad.

Con emoción recuerdo la oportunidad que tuve de conocer a Ernesto D’Alessio, bueno, al menos saludarlo, y a pesar de que aquella pareja por poco arruina el momento, Ernesto no dejo de atenderme con amabilidad y respeto, es todo un caballero.

También aprendí ese día, que existe una manera educada, correcta y respetuosa de relacionarte con una figura pública de la talla de D’Alessio, creo que esa pareja no debió tomarse “esa confiancita” y tratarlo como si fuera su “amigocho”.


Quizás no vuelva a saludar a Ernesto D’Alessio y compartir un café con él, pero lo que si puedo hacer todos los días en mi andar cristiano es recordar que aunque Jesús me llame “amigo”, Él sigue siendo el Señor y yo el siervo. En otras palabras estar buscando una relación con Dios que sea adecuada a la diferencia profunda que existe entre los dos.

lunes, 18 de agosto de 2014

YO NO ESCUCHO MÚSICA CRISTIANA



Un amigo mío, que se siente muy orgulloso porque todo el día escucha música “cristiana”, de manera arrogante me dijo: “¡Víctor, debes ser más listo, no pierdes el tiempo en la oficina, escucha música cristiana mientras trabajas!”, pero, me lo dijo como si eso me hiciera más espiritual o profundo con Dios.  Lo triste es que esa misma persona que todo el día escucha esa música, nunca puede quedarse ni cinco minutos después del horario de la salida si así lo requiere la carga de trabajo, es el primero en irse.

Mucha de la música “cristiana” a la que se refiere mi amigo, francamente la encuentro muy romántica, puedes escoger cualquier canción de moda y cambiar el nombre “Jesús” por el de una mujer y tienes una canción de amor al estilo de Luis Miguel,  Ricardo Montaner o tu artista favorito.

Pero, como cristianos ¿de verdad estamos tan “enamorados” de Dios como lo afirma la industria de la música que escuchamos y consumimos.

Hace tiempo me sucedió algo muy trivial, sin embargo esa sencilla experiencia me hizo ver lo débil que puede ser mi “amor” y lo “poco” enamorado que estoy de Dios, pero también pude ver como puedo dejar la farsa y las apariencias de lado. 

Debía salir de inmediato de mi casa al trabajo, y sin darme cuenta no tenía ni un centavo en mi cartera, pero como un “héroe de la fe” decidí ir a la parada del autobús con la seguridad de que de manera mágica aparecería la moneda que necesitaba para pagar mi pasaje.

Estaba ahí parado, no llegaba la respuesta a mi oración; quizás debo caminar unos pasos y encontraré en el piso el dinero que necesito, me dije a mí mismo. Y camine, camine, camine y camine hasta llegar a mi trabajo, obviamente la moneda nunca apareció,  no hubo ninguna manifestación divina.

Pero lo que sí aparecieron en mi interior fueron muchos argumentos, ira, enojo, descontento contra Dios, el Dios del que se supone estoy “enamorado”.

Molesto dije: “Dios, ¿por qué no me diste una simple monedita? ¡Tuve que caminar hasta mi trabajo bajo este intenso sol!,  ¿por qué una oración tan sencilla no tuvo una respuesta de tu parte?

Me sentía fracasado, mi fe, que se supone mueve montañas, no pudo ni siquiera mover una monedita.  Y es que en las iglesias modernas tienden a presentar con frecuencia testimonios de éxitos y campeones espirituales; nunca los fracasos, las oraciones sin respuesta, los milagros que no llegan o la desilusión con Dios.  Sentía que lo que había experimentado era tan distinto a lo que oía describir con tanta seguridad y facilidad desde el púlpito de la iglesia.

Como sugiere Tomás Merton “Si a usted se le hace muy fácil hallar a Dios, tal vez no sea Dios el que usted ha hallado”.

¿Cómo era posible que esa experiencia tan sencilla pudiera provocar una crisis de confianza con Dios?,  ¿Cómo puedo confiar en un Dios del que nunca puedo esperar con seguridad que venga a ayudarme?

Pero otra experiencia tan sencilla y trivial como la anterior me hizo entender mejor las cosas.

Hoy en la mañana, tenía una cita con Jordy en mi oficina, pero nunca llegó a la hora que quedamos. Me dejó plantado, pero lo curioso es que después de una hora de esperarlo no comencé a enojarme, ni a renegar, ni criticar su impuntualidad y falta de consideración. Los años de amistad con Jordy me han servido para conocerlo, sé que es alguien serio y confiable.  Más bien el resto del día seguía preocupado preguntándome, ¿le habrá pasado algo? ¿tuvo un accidente? ¿qué fue lo que no le permitió venir a nuestra cita?

Me di cuenta de que debido a mi amistad con él, le atribuyo las cosas buenas, y trato no culparlo por las malas. ¿Por qué? Porque lo conozco.

Pero mi reacción con Dios había sido muy distinta; lo estaba culpado de algo que Él no era responsable y peor aún; asegurando que la razón por la que esa moneda nunca apareció era una muestra de su falta de amor y cuidado hacia mí.

Con que facilidad la música cristiana habla de estar “enamorados” de Dios, y que difícil es vivirlo. ¿Cómo puedo amar a Dios por las cosas buenas de la vida sin censurarlo ni culparlo por las malas?

Necesito primero conocer a Dios, pues no puedo amar a alguien si primero no lo conozco y así en un futuro si no aparece una monedita o no llega la respuesta a mis oraciones o el milagro que esperaba, no culparé a Dios, ni despotricaré contra Él, más bien buscaré otras explicaciones, tal y como lo hice cuando me dejo plantado mi amigo Jordy.

Es verdad, yo no escucho música cristiana todo el día en mi oficina, para mí no es tan importante como el hecho de quedarme cinco minutos después de mi horario de salida si la carga de trabajo así lo requiere, al fin y al cabo eso demuestra más que estoy “enamorado” de Dios que escuchar todo el día las melodías de la música cristiana.



jueves, 14 de agosto de 2014

MICHAEL JACKSON, UN EJEMPLO PARA LOS CRISTIANOS SINCEROS




Se presentaba en la ciudad el auto nombrado “Imitador Oficial de Michael Jackson” y yo como fanático de la música del artista de sombrero negro, guante blanco y medias blancas, no podía permitirme perder el show.

En un teatro lleno, con muchas personas copiando la forma de vestir de Michael Jackson y notablemente emocionadas y ansiosas para que comenzará el show, por fin la iluminación se apago para dar inicio al concierto entre aplausos, gritos y mucha emoción.

Las luces se centraban en el imitador, todo era muy parecido a Michael Jackson, los movimientos, color, vestuario, sonido y hasta el clásico grito: “Aaauuu”.

Al terminar la primera canción, el imitador saludó a todos los asistentes y dijo: “Mi única misión en este lugar es que ustedes puedan ver a Michael Jackson a través de mi trabajo, si yo logro que por lo menos un instante lo vean, me iré satisfecho de este lugar sabiendo que hice bien mi trabajo”. Debo ser honesto, las palabras del imitador me han hecho reflexionar mucho hasta el día de hoy.

Con cada canción, la euforia crecía en el teatro y en verdad, ¡era como ver a Michael Jackson vivo otra vez!

Si el imitador tenía como “misión” que viéramos a Michael Jackson tal como él lo dijo, indudablemente se convirtió en “misión cumplida”. Todos en ese teatro pudimos ver al Rey del Pop, al menos por unos instantes.

Una vez terminado el show y volviendo a la vida real y cotidiana, me pregunte: 
-¿Qué ve la gente al ver a los “cristianos”?
-¿Cómo cristianos tenemos “la misión” de reflejar a Aquel en quien creemos?   
-¿Deberíamos ser “los imitadores oficiales de Jesús” para el mundo?

La verdad es que a veces los cristianos podemos ser las personas más difíciles de tratar, podemos  ser muy críticos, cerrados de mente, falsos, egoístas y nos la damos de moralmente superiores.

Nietzsche dijo:
"Sus discípulos van a tener que lucir más salvos, si voy a creer en su Salvador."

Aquel domingo de diciembre fui testigo de cómo ese imitador fue capaz de que pudiéramos ver en vivo a una persona que murió hace cinco años. Ahora, no dejo de preguntarme:
 -¿Qué ve o a quien ve la gente a través de mi?
-¿Qué logro proyectar con mí manera de vivir?
-¿Soy un reflejo de Jesús?
-¿Por qué mucha gente se siente atraída por Jesús, pero tan rechazada por la iglesia?


Sí como cristiano tengo la “misión” de que otros puedan ver a Jesús a través de mi, sin duda en más de una ocasión se convierte en una “misión imposible”; casi nunca logramos dar la talla, siempre criticamos, nunca soy lo suficientemente bueno, y es que a diferencia de otros “cristianos”, que pueden presentar un curriculum lleno de victorias en su fe, el mío está lleno de derrotas, fracasos, dudas, temores, errores e inseguridades.

Me doy cuenta que al igual que aquel imitador, yo también estoy en medio de un escenario, el escenario de la vida. Pero, a diferencia de él, mi devoción es para agradar a una audiencia de solo Uno (Jesús). Sé que no puedo agradar a todos, pero puedo agradar a Dios.


Sin duda muchas veces me he encontrado a mi mismo tratando de agradar a la audiencia equivocada presentando una versión falsa de mi. Pero, si me concentro en ofrecer mi mejor show a mi audiencia de solo Uno, estoy seguro que al igual que aquel imitador muchos en el teatro de la vida podrán ver a Jesús a través de mi, al menos por unos instantes.