Con una carita triste y de manera pausada, Angélica,
una tierna niñita me dijo: “Mi perrito está muy enfermo, ya nada se puede
hacer, el veterinario dice que lo van a sacrificar para que ya no sufra”.
Por otro lado, Roberto, un hombre maduro, con
voz quebrada me decía: “No sé que voy hacer, hay tantas cuentas pendientes que
tengo por pagar, estoy desesperado”. De manera injusta y sorpresiva había sido
despedido de su trabajo.
Mientras tanto, Raquel, una chica alegre y
vivaz, está muy dolida, la relación con su novio ha terminado a causa de una
traición.
Frente al dolor de otros, me pregunto, ¿por qué
le suceden cosas malas a gente buena? ¿cómo puedo ayudarles en medio de su
dolor?
No faltan los cristianos que inmediatamente
tratan de remediar esas luchas con frases como: “Dios te quiere enseñar algo”,
“Dios tiene un plan”, “Él sabe por qué permitió esto”.
Pero lejos de ayudar, distorsionan la imagen de
Dios hasta convertirlo en un terrorista y en muchos casos agudizan el dolor y enojo,
haciendo difícil que podamos tener una relación amorosa con Dios.
Es un error creer que “la voluntad de Dios” se
desarrolla en todo suceso amargo de la vida. La realidad es que mucho de lo que
sucede en este mundo está en contra de la voluntad de Dios, además esa
suposición implica a Dios en la misma maldad que se trata de explicar.
Nunca le sugerí a Raquel o Angélica o Roberto
que Dios les quería dar “una lección” a través de lo que pasaron, ni que Dios
estaba como copartícipe atrás de esas crisis, ni darles falsas esperanzas que
algo bueno resultaría de ello.
Dios no es cómplice de maldad, cuando un bebé
muere al nacer, no es Dios tratando de enseñar algo a los padres, ¿qué
diferencia habría entre Dios y un perverso doctor que practica el aborto? Si
Dios hubiera considerado necesario el sufrimiento del Holocausto para que ya no
se repita ese horror en la historia, ¿qué diferencia hay entre Dios y los
nazis?
Es fácil decir a los que sufren cosas como: “Te
ama tanto el Señor que te quiere enseñar algo”, si Dios está ocasionando o
permitiendo casos específicos de sufrimiento con propósito de enseñanza, francamente
no está siendo muy eficaz.
Es sencillo decirlo hasta que la tragedia nos
golpea, hasta que nos vemos a nosotros mismos peleando batallas en una guerra
que no declaramos y llevando cargas que no entendemos.
El argumento bíblico de los que defienden y
abrazan esa idea es el personaje bíblico Job, pero al leer su libro, yo no lo
encuentro quejándose de su quebrantada salud o lamentándose por la perdida de
sus hijos y fortuna, él se centró en un único tema: la ausencia de Dios.
Todos en la vida en algún momento nos
enfrentamos al hecho de que Dios parece estar escondido y es por eso que Job
exigía una oportunidad a Dios para exponer su caso porque sabía que Él es bueno
y justo, a pesar de lo que había sucedido, a pesar de todo lo que había experimentado,
¡Job no podía creer en un Dios de crueldad e injusticia!
Thomas Merton dijo: “Nuestra idea de Dios nos
dice más acerca de nosotros que de Él”.
Es muy sencillo aceptar que todo es parte de “un
plan maravilloso de Dios o es la voluntad de Dios” cuando estamos alejados de
vivir y experimentar el dolor y la desgracia.
“El plan de Dios” ya no suena tan bonito cuando
al que han despedido del trabajo de manera injusta soy yo, cuando es a mí al
que han engañado en una relación amorosa o cuando no entiendo el por qué de la
muerte.
Solo después de que vivimos en carne propia
alguna tragedia personal entendemos el dolor de otros, esto es una evidencia de
nuestro egoísmo, ya que normalmente no dejamos que el dolor y sufrimiento de
los demás entren a nuestra vida, como si lo que le ocurre a los demás no fuera tan
importante.
Pero, si en verdad queremos ayudar a otros en
su dolor, debemos permitir que nos afecten las realidades de los que nos rodean
y entrar de manera comprensiva en el sufrimiento de los demás, pues no podemos
sanar las heridas que no sentimos.
No Raquel, no es Dios tratando de enseñarte
algo al “permitir” que te rompan el corazón, no Roberto, no es Dios el cómplice
en tu despido injusto y no, pequeña Angélica tu dolor no es menos importante
que el de los demás.
No me sorprende que muchos cristianos no
disfruten de su relación con Dios, cuando la imagen mental que tienen de él se
parece más a la de un Dios terrorista.
En el caso de Raquel y Roberto, yo no veo a
Dios como responsable de sus problemas, más bien las decisiones de algunas
personas son moralmente responsables de la ruptura de esa relación y del
despido injustificado.
Y en el caso de la pequeña Angélica, le
explicaría que Jesús dijo que no hay un pajarito que muera sin que Dios este
presente, en otras palabras, la muerte se produce de acuerdo a leyes de la
naturaleza, pero lo que debemos saber es que Dios no deja que muera nada en su
creación, sin estar él allí; sin ser el consuelo, fortaleza, esperanza y apoyo
de lo que muere.
En lugar de investigar “la voluntad de Dios” en
los eventos trágicos como lo hacen algunos cristianos, Jesús se enfoca en asegurar
su presencia en esos momentos difíciles, pues para Dios es importante nuestro
dolor.
No tengo motivos para suponer que Dios hizo
pasar a la pequeña Angélica, Raquel y Roberto por esas pruebas, al contrario,
tengo todas las razones para suponer que Dios estaba y está, obrando para liberarlos
de su difícil experiencia.
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