miércoles, 8 de octubre de 2014

UN DIOS TERRORISTA



Con una carita triste y de manera pausada, Angélica, una tierna niñita me dijo: “Mi perrito está muy enfermo, ya nada se puede hacer, el veterinario dice que lo van a sacrificar para que ya no sufra”.

Por otro lado, Roberto, un hombre maduro, con voz quebrada me decía: “No sé que voy hacer, hay tantas cuentas pendientes que tengo por pagar, estoy desesperado”. De manera injusta y sorpresiva había sido despedido de su trabajo.

Mientras tanto, Raquel, una chica alegre y vivaz, está muy dolida, la relación con su novio ha terminado a causa de una traición.

Frente al dolor de otros, me pregunto, ¿por qué le suceden cosas malas a gente buena? ¿cómo puedo ayudarles en medio de su dolor?

No faltan los cristianos que inmediatamente tratan de remediar esas luchas con frases como: “Dios te quiere enseñar algo”, “Dios tiene un plan”, “Él sabe por qué permitió esto”.

Pero lejos de ayudar, distorsionan la imagen de Dios hasta convertirlo en un terrorista y en muchos casos agudizan el dolor y enojo, haciendo difícil que podamos tener una relación amorosa con Dios.

Es un error creer que “la voluntad de Dios” se desarrolla en todo suceso amargo de la vida. La realidad es que mucho de lo que sucede en este mundo está en contra de la voluntad de Dios, además esa suposición implica a Dios en la misma maldad que se trata de explicar.

Nunca le sugerí a Raquel o Angélica o Roberto que Dios les quería dar “una lección” a través de lo que pasaron, ni que Dios estaba como copartícipe atrás de esas crisis, ni darles falsas esperanzas que algo bueno resultaría de ello.

Dios no es cómplice de maldad, cuando un bebé muere al nacer, no es Dios tratando de enseñar algo a los padres, ¿qué diferencia habría entre Dios y un perverso doctor que practica el aborto? Si Dios hubiera considerado necesario el sufrimiento del Holocausto para que ya no se repita ese horror en la historia, ¿qué diferencia hay entre Dios y los nazis?

Es fácil decir a los que sufren cosas como: “Te ama tanto el Señor que te quiere enseñar algo”, si Dios está ocasionando o permitiendo casos específicos de sufrimiento con propósito de enseñanza, francamente no está siendo muy eficaz.

Es sencillo decirlo hasta que la tragedia nos golpea, hasta que nos vemos a nosotros mismos peleando batallas en una guerra que no declaramos y llevando cargas que no entendemos.

El argumento bíblico de los que defienden y abrazan esa idea es el personaje bíblico Job, pero al leer su libro, yo no lo encuentro quejándose de su quebrantada salud o lamentándose por la perdida de sus hijos y fortuna, él se centró en un único tema: la ausencia de Dios.

Todos en la vida en algún momento nos enfrentamos al hecho de que Dios parece estar escondido y es por eso que Job exigía una oportunidad a Dios para exponer su caso porque sabía que Él es bueno y justo, a pesar de lo que había sucedido, a pesar de todo lo que había experimentado, ¡Job no podía creer en un Dios de crueldad e injusticia!

Thomas Merton dijo: “Nuestra idea de Dios nos dice más acerca de nosotros que de Él”.

Es muy sencillo aceptar que todo es parte de “un plan maravilloso de Dios o es la voluntad de Dios” cuando estamos alejados de vivir y experimentar el dolor y la desgracia.

“El plan de Dios” ya no suena tan bonito cuando al que han despedido del trabajo de manera injusta soy yo, cuando es a mí al que han engañado en una relación amorosa o cuando no entiendo el por qué de la muerte.

Solo después de que vivimos en carne propia alguna tragedia personal entendemos el dolor de otros, esto es una evidencia de nuestro egoísmo, ya que normalmente no dejamos que el dolor y sufrimiento de los demás entren a nuestra vida, como si lo que le ocurre a los demás no fuera tan importante.

Pero, si en verdad queremos ayudar a otros en su dolor, debemos permitir que nos afecten las realidades de los que nos rodean y entrar de manera comprensiva en el sufrimiento de los demás, pues no podemos sanar las heridas que no sentimos.

No Raquel, no es Dios tratando de enseñarte algo al “permitir” que te rompan el corazón, no Roberto, no es Dios el cómplice en tu despido injusto y no, pequeña Angélica tu dolor no es menos importante que el de los demás.

No me sorprende que muchos cristianos no disfruten de su relación con Dios, cuando la imagen mental que tienen de él se parece más a la de un Dios terrorista.

En el caso de Raquel y Roberto, yo no veo a Dios como responsable de sus problemas, más bien las decisiones de algunas personas son moralmente responsables de la ruptura de esa relación y del despido injustificado.

Y en el caso de la pequeña Angélica, le explicaría que Jesús dijo que no hay un pajarito que muera sin que Dios este presente, en otras palabras, la muerte se produce de acuerdo a leyes de la naturaleza, pero lo que debemos saber es que Dios no deja que muera nada en su creación, sin estar él allí; sin ser el consuelo, fortaleza, esperanza y apoyo de lo que muere.

En lugar de investigar “la voluntad de Dios” en los eventos trágicos como lo hacen algunos cristianos, Jesús se enfoca en asegurar su presencia en esos momentos difíciles, pues para Dios es importante nuestro dolor.

No tengo motivos para suponer que Dios hizo pasar a la pequeña Angélica, Raquel y Roberto por esas pruebas, al contrario, tengo todas las razones para suponer que Dios estaba y está, obrando para liberarlos de su difícil experiencia.








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