Mensualmente debo incluir algunos artículos de interés a una
revista, y qué mejor que incluir uno sobre el cielo, al menos eso creía.
-¿El cielo?- contestó de manera sorprendida Leslie
-Sí, ¿no te parece un buen tema para incluirlo en la
revista?- le contesté
-¡Claro que no, a nadie le interesa leer sobre el cielo!
Creo que Leslie tiene razón, la mayoría de nosotros halla
difícil “desear” el cielo, excepto aquellos que algún familiar o amigo ha muerto,
y tienen la esperanza de volver a verlo.
Las caricaturas, cuentos o bromas que se hacen en referencia
al cielo, lo describen algo así como pasar la eternidad tocando un arpa y
flotando de nube en nube.
He escuchado gran cantidad de sermones, enseñanzas bíblicas
y pláticas, pero ninguna sobre el cielo. A veces me pregunto, ¿los cristianos
creen en el cielo? ¿por qué parecen estar más ansiosos por evitar el infierno,
que olvidan celebrar su camino hacia el cielo?
Cualquier cristiano te dirá que sí quiere ir al cielo, pero
¿lo dice en serio? Porque el domingo no quiere levantarse de la cama para ir a
la iglesia.
Cuando lleguemos al cielo, muchos de nosotros nos
sorprenderemos al aprender lo que significa realmente disfrutar a Dios.
C. S. Lewis escribió: “Desde que los cristianos han dejado
de pensar en el otro mundo, han llegado a ser ineficaces en éste”.
En una ocasión leí la calcomanía en la parte trasera de un
auto, decía: “Las chicas buenas van al cielo, las malas… a todas partes”. No
pude evitar reír, me pareció chistosa la frase, pero también totalmente
equivocada.
Tenemos la idea caricaturesca de que “los buenos” de manera
natural y sin esfuerzo alguno, son los que están más interesados en las cosas
espirituales. Pero, la realidad es que no es así.
Nadie se da cuenta de lo perverso que es, hasta que intenta
seriamente ser bueno. Existe la falsa idea de que las “personas buenas” no
saben lo que es la tentación, mentira. Solo los que han tratado de resistir la
tentación saben cuán fuerte es ella.
Como dijo acertadamente William Shakespeare: “El infierno
esta vacío, todos los demonios están aquí”. Aquí están nuestros demonios, aquí
están nuestras luchas y tentaciones.
A nadie le gusta que su pecado sea expuesto, pero esconder
el pecado es lo que hacemos de manera natural. El pecado desvía, engaña y destruye; Jesús es "el camino, y la verdad, y la vida", es por eso que anhelo el cielo.
¿Sabes por qué me llama la atención el cielo? Ciertamente no
es por sus calles de oro y mar de cristal o porque volveré a ver a mi papá y a
mi hermano. Es más bien por la ausencia del pecado.
Cuando le preguntaron a Dwight L. Moody (el inglés
denominado príncipe de los predicadores del siglo pasado) si estaba lleno del
Espíritu Santo, contestó: “Sí, pero tengo goteras”.
Si un gigante espiritual como Moody tenía goteras, ¿qué será
de mi? ¿Qué no tendré yo?
¿Cuál fue el triunfo mayor de la fe en Dios: La de David que
venció a Goliat con una honda o la de Esteban que cuando es martirizado dice:
“Señor no les tomes en cuenta este pecado?”.
Si disfrutas de tu vida hoy, imagina vivir sin enfermedades,
muerte y dolor. Imagina vivir… sin
pecado. Quisiera que llegue el día en el que pueda ver el pecado fuera de mi
vida.
Quizás, esa es una de las razones por las que como me dijo mi
amiga Leslie, “a nadie le interesa el cielo”, y la verdad tiene mucho sentido, pues
sería una gran contradicción que la gente quiera ir al cielo, pero todavía
quiera vivir en pecado.
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